El efecto de la globalización en las costureras
Ese nuevo modo de vinculación a nivel de la producción, la distribución y la comercialización de bienes y servicios denominado globalización, afecta fuertemente a las industrias donde la producción se basa -en gran medida- en la utilización de mano de obra intensiva.
La globalización, concepto que nos acompaña desde la década de los 90 y todavía motivo de debates, propone un nuevo modo de vinculación a nivel de la producción, de la distribución y la comercialización de bienes y servicios, poniendo al mundo como el espacio privilegiado donde es posible realizar la ganancia empresaria.
Esta situación, en conjunto con políticas de libre mercado y de promoción industrial mediante exenciones impositivas, fueron creando una relocalización territorial en función de la obtención de un menor costo de producción. Así, por ejemplo, los televisores que se producían en la provincia de Tierra del Fuego se sustituyeron por televisores hechos en China o en el sudeste asiático bajo una misma marca.
En este contexto, las grandes empresas crearon una estrategia a fin de minimizar los riesgos que consiste en “externalizar” la producción, contratando a otras empresas en otras partes del mundo que se ocupan de producir, y también de contratar, a los/as trabajadores/as que realizaran sus productos. De esta manera, la empresa reduce sus operaciones concentrando las fases del proceso productivo con mayor valor agregado como son la publicidad y el marketing .
En el sector de la confección existe una tendencia global hacia la reorganización de la producción, para que sea cada vez más flexibilizada y descentralizada, a través de diversas formas de subcontratación. Las grandes empresas contratan proveedores que, a su vez, distribuyen trabajo a sub-contratistas, muchos de los cuales operan en la economía informal.
La fuerte competitividad que vive el sector forzó un modelo de negocio más rápido (en 5 años se redujeron en un 30% de los tiempos de producción), más flexible (falta de programación, pedidos urgentes, cambios a último momento) y más barato (reducción del precio) donde las condiciones de compras exigidas por la empresa-cliente al proveedor dificultan la puesta en práctica y el control de los códigos de conducta.
Este modelo impone y traslada la presión sobre los talleres y los proveedores, generando diversas consecuencias negativas :
- Dificultades en la planificación y gestión del trabajo en la cadena de proveedores.
- Poca capacidad de negociación de los proveedores debido a la inestabilidad de los pedidos, repercutiendo en pérdida para las trabajadoras.
- Desincentivos para condiciones de estabilidad laboral: se relaja el cumplimiento del código de conducta y se incrementa el riesgo de subcontratación en condiciones precarias.
- Aceptación de pedidos por encima de la capacidad de producción o cierre de fábricas por falta de trabajo.
Estas dificultades afectan seriamente las condiciones de los/as trabajadores/as, sobre todo al interior del sector de la confección, donde la producción se basa en la utilización de mano de obra intensiva puesto que ninguna máquina pudo superar el trabajo humano en las tareas de terminación de las prendas.
Este modelo trae, por consiguiente, graves consecuencias para los/as y trabajadores/as , que se manifiestan en:
- Exceso de horas de trabajo, que provoca fatiga y stress, llegando a generar lesiones.
- Abuso de horas extras sin previo aviso o no remuneradas.
- No se respetan los salarios mínimos, falta cobertura social (no se cubren pensiones ni bajas).
- Las garantías de seguridad e higiene son mínimas.
- Inseguridad laboral, subcontrataciones incontroladas y trabajo eventual o sin contrato.
Respecto a los acuerdos de libre comercio para este sector, la situación cambió desde el 1° de enero de 2005 cuando finalizó el sistema de cupos para las exportaciones de ropa y textiles de ciertos países productores hacia los mercados más grandes del mundo (Estados Unidos y la Unión Europea).
El sistema de cupos se mantuvo por el Acuerdo Multifibras (AMF) que rigió entre los años 1974-1995, sirviendo de marco a los acuerdos bilaterales o medidas unilaterales de contingentes, por los que se limitaban las exportaciones de los países en los que el rápido aumento de las importaciones afectaba a la industria nacional del país importador. Luego, se sustituyó por el Acuerdo sobre los Textiles y Vestidos (ATV) que rigió hasta el 1 de enero del 2005, por el que se intentaba estipular las condiciones de reincorporación de los sectores textil y del vestido a los principios de no discriminación del GATT.
Con la caída de estos acuerdos, los compradores quedan libres para optar por los proveedores más competitivos, siendo China uno de los países más beneficiados por las nuevas reglas de juego.
Estas medidas de libre comercio afectan a la producción de los países cuyos costos son mayores que los de países como China, afectando tanto el ingreso de los países que hasta ahora eran exportadores como para aquellos que producen para consumo interno, como es el caso de Argentina.
Al igual que la producción, distribución y comercialización de bienes y servicios, las luchas y movimientos sociales también se globalizan.
Fuente: Red Puentes