Atrapado en mi libertad
Harto de ser libre me cansé pues no sabía qué hacer con mi libertad. Me dolía la cabeza al intentar pensar, pues no sabía cómo hacerlo. Me educaron para no pensar por mí mismo. Después de todo, era algo que mis maestros no solían hacer; más bien cumplían su libreto. En lugar de aprender lo que no sabrían enseñarme, ellos respondían a las preguntas difíciles con miedo –o sea con castigos…
Harto de ser libre me cansé pues no sabía qué hacer con mi libertad. Me dolía la cabeza al intentar pensar, pues no sabía cómo hacerlo. Me educaron para no pensar por mí mismo. Después de todo, era algo que mis maestros no solían hacer; más bien cumplían su libreto. En lugar de aprender lo que no sabrían enseñarme, ellos respondían a las preguntas difíciles con miedo –o sea con castigos.
Así aprendí a sentir el miedo al castigo, ese sutil condicionamiento interno que nos graban de jóvenes, los adultos que nos educan, del mismo modo que ellos mismos fueron condicionados por sus maestros. Hablo de maestros de la vida, personas de las que aprendimos por el ejemplo, ya sea éste bueno o malo.
Mi país me educó para no creer en nada y aún sigue haciéndolo. Como la gota que horada la roca un poco cada día. Tic tac. Derribando una por una mis esperanzas. Tic tac. Uno por uno mis sueños. Tic tac. Al final me deprimí. Pasaba el tiempo sin hacer nada productivo, no estudiaba, no trabajaba… Así que busqué desesperadamente una mano amiga que me sacara del pozo. Y no tardé mucho en encontrarla… era la mano de ¡los políticos populistas!.
Por suerte, ellos siempre están al acecho, buscando brindar su ayuda desinteresada a personas como yo. Supe entonces que esta gente la tenía clara. Sí señor. Ellos sabrían qué hacer con mi libertad, así que se las entregué. Ahora vivo tranquilo, no tengo que pensar más, ellos piensan y se afanan por mí. Sí, realmente puedo ver cómo se afanan… ¡el dinero de todos!
Cada tanto veo cosas o escucho gente que me pide que piense, pero me cuesta, me duele, y me resisto: no quiero volver al pasado. ¿Trabajar? ¿Yo? ¡Qué horror! ¡Válgame Dios! ¡Cruz Diablo! Y yo les trato de explicar: pero si así estamos bien y estaremos mejor y vamos por más. Pero, la verdad es que ni yo me la creo. Igual ¿qué más da? Yo sólo quiero encajar en su modelo nacional y popular: los apoyo, denuesto a quien ellos denuestan, repito lo que ellos dicen, sigo su plan, y cobro su plan.
¡Qué alivio siento hoy! ¡Nunca creí que sería tan lindo No Ser!
Mi secreto es simple: no soy crítico, mi apoyo es incondicional, digo lo que me dicen que diga, voy cuando me llaman. Y luego cobro, claro.
¿Sabés? Ahora, cuando voto, nunca pierdo. Y me río de tu decisión de querer provocar el cambio, porque los veo burlarse de tu ciudadanía mediante el fraude electoral continuo, sistemático y progresivo. ¡La tienen tan clara! Ejercen el poder sin controles y con justicia amiga, y como yapa tienen la fuerza pública, por si las moscas.
¿Mi libertad? ¿Cuál libertad? ¡Por fin pude sacarme este fardo de encima! ¡Que los demás crean que son libres!, que yo los voto a ellos.
La libertad que ellos construyeron para mí está llena de los mágicos colores de las fábulas que me cuentan todos los días antes de irme a dormir. Fábulas que luego yo repetiré a mis hijos, una y otra vez, hasta que ésta sea su única verdad -¡y que ni se les ocurra pensar algo distinto, sino ya verán!-, y así, siendo todos felices, podremos juntos prosperar (ellos) y multiplicarnos (nosotros), y que esto nunca se termine…
¡Qué lindo es mi país! ¡No tengo que preocuparme más! ¡Vivía preso de mi libertad! ¡Pero ya no! ¡Ya soy libre de mi libertad!